Si una cosa nos ha enseñado la historia es que quien no la conoce está obligado a repetirla, enfermedades incluidas. Es curioso ver como cíclicamente, cerca del año 20 de muchos siglos se vienen desarrollando enfermedades epidémicas que se extienden a muchos países o que atacan a casi todos los individuos de una localidad o región. De hecho, si nos preguntasen por grandes pandemias históricas rápidamente responderíamos la viruela que afectó a aztecas y mayas en 1520 (el gran conquistador de América), el cólera en 1817, la (mal llamada) gripe española en 1918 y el coronavirus en 2020.
De todas ellas, la primera pandemia global fue la gripe española. Se le llamó así porque España fue el único país que reflejó los sucesos en sus periódicos, ya que disfrutaba de libertad de prensa. El resto de países sufrían una censura militar derivada de la primera Guerra Mundial que hizo que Estados Unidos no informase de las primeras víctimas (aunque existe un consenso para encontrar el origen de esta enfermedad en China, por lo que es posible que si este artículo llega a manos del presidente de Estados Unidos, en un futuro la conozcamos como fiebre china).
La gripe española hizo su primera aparición en la primavera de 1918. Sus síntomas, principalmente la fiebre, no presentaban mayor complicación, por lo que no se le dio mayor importancia. Pero la cosa se complicó, a la fiebre se le sumó la insuficiencia respiratoria y rápidamente los muertos empezaron a contarse por miles. Esto hizo que el sistema de salud se colapsara, que muchos sanitarios se contagiaran y que el ejército tuviese que salir a socorrer a la ciudadanía. Nos viene sonando…
Pacientes de la epidemia de gripe de 1918 en el hospital estadounidense de Fort Riley, donde se registraron los primeros casos. Foto: SPL / AGE Fotostock.
El 14 de Octubre, en Sigüenza se habla de “la gripe o lo que sea”, pero pese a que “en algunos pueblos no muy distantes de Sigüenza […] ha habido bastantes casos de defunción” en nuestra ciudad se vive con calma pues “de su clima sano no hay que hablar, pues los puros y aromáticos aires que nos envía el hermoso y cercano pinar, da vida a nuestros pulmones e higieniza a todas las horas la sana atmósfera que nos envuelve”. Sin embargo, la felicidad no duraría mucho pues, a finales de mes, el brazo vengador de la justicia eterna cayó sobre los primeros pecadores en Sigüenza (como diría por esas fechas cierto profesor de hebreo y filosofía del seminario seguntino).
Esto hizo que se suprimiesen las ferias y las concentraciones de personas, se cerrase el seminario y los colegios, se limpiase y desinfectase a diario, se recomendase a los foráneos que no se acercasen a la ciudad y en cuanto a los afectados se les aconsejó su aislamiento. Nos sigue sonando, ¿no?
Pero no os desvelaré el desenlace de esta epidemia en Sigüenza, pues no hemos llegado al final de la nuestra. Eso sí, en un periódico publicado en 1918, Pfiffer nos dejó los remedios que utilizó D. Felipe para protegerse de la gripe. Os los dejo por si queréis ponerlos en práctica.
No conozco a nadie como D. Felipe
que tenga, señores, más miedo a la gripe;
ni como su esposa D. ª Trinidad
que es el acabose con la enfermedad.
En tomar medidas ni un minuto cesan;
ni comen, ni beben, ni chupan, ni besan.
El, apenas sale del lecho bendito
ya se está lavando con hiposulfito,
y ella de la cama no echa el cuerpo helénico
sin desinfectarlo con ácido fénico.
A la cocinera, con el estropajo
le dan unas friegas desde arriba abajo,
y no la permiten que entre en la cocina
sin darle en fricciones yodo y trementina.
Con agua de Loeches ponen el cocido
para que el microbio no quede estreñido
y así, con el piri si tiene avenencia
pierde, por lo menos, mucha virulencia.
Siete veces filtran el agua que beben
y solo a dedales a tragar se atreven.
Y de las narices teniendo su escama
las llevan rellenas de algodón en rama.
Con los alimentos toman precauciones
dándoles, lo menos cuatro ebulliciones.
Y en cuanto concluyen de hacer colación
toman té, con media botella de ron.
Y en fin, si de pire se les marcha el gato
en zotal lo tienen, a la vuelta, un rato.
Su miedo a la gripe es miedo terrible,
y hacen, por lo tanto, una vida horrible.
No duermen en calma pensando en microbios
asique recuerdan la noche de novios,
pues en cuanto chupan dos pastillas Valda
por miedo al contagio se vuelven la espalda.
No salen de casa, ni abren el balcón
por temor de que entre por él la infección,
ni admiten visitas, ni leen LA DEFENSA
no vaya en las letras la gripe suspensa.
Y de esa manera no es extraordinario
que pasen el tiempo rezando el Rosario
y que así su miedo más que su fe invoque
el protectorado del noble San Roque.
En fin, la epidemia los tiene en un brete
y no hay estornudo que no les inquiete.
Como les ataque van a hacer su agosto
Mazmela e Yribas, Bernal y Congosto,
pues querrán, sin duda, si el miedo no miente,
tener en su alcoba guardia permanente.
Por favor pidieron al penitenciario
que cuatro visitas les haga a diario,
y que por las noches quede D. Emilio
para no morirse sin cristiano auxilio.
Como la epidemia dure más de un mes
salen de estampía, para Leganés.